La amortización de un activo está asociada a la depreciación que sufre un elemento de inmovilizado a lo largo de su vida útil. Esta amortización se realiza en atención al principio de prudencia señalado en el Plan General Contable y siempre enfocado a que las cuentas anuales reflejen la imagen fiel la realidad de la empresa. El criterio de amortización contable utilizado es de libre elección para las empresas y puede ser uniforme a lo largo del tiempo, o amortizarse más al principio de la vida útil y menos al final, puesto que en ocasiones el bien va a ser menos productivo al final de su vida útil. En ambos casos va a suponer una pérdida en la cuenta de resultados de la empresa, y un gasto deducible en el impuesto de sociedades en función del criterio de amortización utilizado.
Una empresa que amortiza su inmovilizado es una empresa que no es ajena a la realidad de la estructura material de su organización, y que podrá hacerla sostenible en el tiempo, ya que está previendo que al final de la vida útil de su inmovilizado, va a tener que adquirir otro con el que poder seguir desarrollando su actividad. Si el empresario diera la espalda a este envejecimiento de su estructura material, su cuenta de resultados sería sin duda mayor que la de una que no amortiza, pero, ¿qué consecuencias tendría no haber reconocido ese gasto sistemático en cada ejercicio?
Bien, supongamos una empresa que no reconoce esa pérdida en su cuenta de resultados, lo que tendríamos sería que esa empresa cada ejercicio obtendría unos beneficios mayores que una que amortiza, el cúal sería repartido en dividendos, impuestos y ciertas reservas, principalmente. Al final de la vida útil de un elemento de inmovilizado, ambas empresas estarían en la necesidad de adquirir uno nuevo, con la diferencia de que la empresa que detrajo de sus beneficios sistemáticamente lo correspondiente a la amortización, se encontrará con unos «ahorros» en la cuenta de tesorería con la que hacer frente a esa compra y si además ha sido previsora habrá dotado previamente una reserva que haga frente al impacto de la inflación.
Esto es lo que se denomina autofinanciación a través de la amortización y las reservas, y nos facilita realizar nuevas adquisiciones de inversión empresarial.